Cómo aceptarnos sin amar cada parte de nuestro cuerpo

Existe la creencia generalizada de que tenemos que amar cada centímetro de nuestro cuerpo para querernos…y déjame decirte que eso es imposible.

Esta premisa parte de la base de que, para querernos, tiene que gustarnos todo de nosotros, en concreto, de nuestro cuerpo. Pero otorgar la responsabilidad de cómo nos sentimos a cómo luzca nuestro cuerpo es muy peligroso. Porque no es algo que dependa enteramente de nosotros.

Y es que, por mucho que nos lo hayan hecho creer, no siempre podemos cambiar nuestro cuerpo a nuestro gusto (si, lo siento, pero no funciona así).

Cómo aceptarnos sin amar cada parte de nuestro cuerpo.

Haz las paces con tus genes

No sé si te has percatado pero no todos jugamos con las mismas cartas. Hay personas que tienen cuerpos más grandes, mas pequeños, las facciones mas marcadas, más tendencia a acumular grasa en las piernas, en la tripa, en los brazos…

Pero nos han hecho creer que la diversidad corporal no existe, que todos podemos ser lo que queramos ser.

Resultado: vivimos frustrados en una carrera para parecernos lo máximo posible al ideal de belleza del momento (y además, sin que se note que nos cuesta).

¿Por qué aceptamos que hay personas con ojos distintos pero no con cuerpos diferentes? Sin ir mas lejos, a mi me gustaría tener los ojos azules pero son marrones, bueno pues lo acepto y a otra cosa mariposa.

¿Pero por qué nos cuesta aceptar nuestros cuerpos?

Los medios (televisión, revistas, cine…) han contribuido en gran medida a que pienses que sólo te pasaran cosas buenas si tienes cierto aspecto (el cuerpo de los protagonistas de las historias siempre ha respondido a ciertos patrones ¿y quién no querría ser el protagonista de su propia historia?) pero no me meto aquí, que esto daría para otro artículo entero.

Aceptación no es resignación

Hay quien puede pensar que aceptar tu genética es ,en cierta manera, una forma “justificar” que no te cuides (“total… yo soy así y no puedo cambiar”).

Y no estamos hablando de eso, para nada. Una cosa es aceptación y otra, resignación.

Cuando acepto lo que hay (mi genética, el envejecimiento del cuerpo, mis limitaciones..) puedo destinar la energía que dedicaba en intentar cambiar esas partes de mi cuerpo (obviamente, sin éxito) a potenciar las partes de él que me encantan.

Si no te gusta la forma de tus muslos, tripa, brazos… y es algo que has intentado cambiar por activa y por pasiva sin obtener el resultado que quieres, ¿por qué no pruebas a destinar esa energía a potenciar las partes de ti que sí te gustan (tu pelo, tu sonrisa, tus ojos…)?

La resignación es diferente, resignarse implica destinar esa energía a la queja. Y eso no es.

Pretender que nos gusten partes de nuestro cuerpo que nos han acomplejado a lo largo de nuestra vida (y, en muchos casos, nos siguen acomplejando) es una utopía. E imagino que te habrás dado cuenta pero, fingir que te gustan… tampoco funciona.

Hacer las paces con nuestro cuerpo es fundamental para poder cuidarlo. Desde el amor y no desde el odio

Eres mucho más que un cuerpo

¿Has pensado alguna vez qué persona serías si no estuvieras preocupado constantemente por cómo te ves?

¿Serias mas extrovertido? ¿Te apuntarías a más planes?

¿A qué destinarías toda esa energía que hoy en día pones en intentar parecerte a “la mayoría”?

Te invito a que, cuando te mires al espejo buscando lo que no te gusta de lo que ves, recuerdes que no tiene que gustarte todo de ti para gustarte tú. Especialmente porque tu aspecto físico es lo menos interesante que tienes que aportar a este mundo.

Gabriela Martialay
Dietista, Coach e Instructora de Mindfulness y Meditación
@gabrielamartialaycoach


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